El manantial
Recientemente le dije adiós (o, al menos, un largo hasta
luego) a una persona muy importante para mí hace unos años.
Fue algo muy meditado, en absoluto un arrebato; y fue difícil,
pero no tanto.
Difícil porque era algo que llevaba un par de meses posponiendo,
y un par de años barajando. Siempre trataba de buscar un motivo, una
explicación para ese distanciamiento, para ese pasotismo por su parte para con
los mensajes, para esa falta de proactividad para vernos… en fin. Yo me
autoengañaba y me quería creer las excusas que ella me proponía, pero llega un
punto en que reparas en el daño que te está causando esa no – relación y hay
que soltar.
Hay personas que llegan a tu vida en un momento en que lo
necesitas y son agua en el desierto. Pero, más tarde, tu vida se “hidrata”, y aparecen
pequeños helechos, y después plantas, y flores, y con el tiempo, árboles, pero
esa gota que esa amiga te brinda, siempre tiene un gran valor. Tú guardas gota
a gota esa relación, esa amistad, decoras su continente con mariposas, notas cómo
ese agua sabe diferente, porque tiene un cariño de antaño. Sabe a recuerdos.
Pero, poco a poco, ese manantial reduce su caudal. Tú tratas
de restaurarlo, de cubrir sus grietas con masilla, de pintarlas de nuevo. Y
parece que resiste.
Pero viene el calor, y el agua que quedaba se va evaporando.
Y dejas de beberla. Porque se agota. Y los mensajes son ya sólo cordiales, y te
das cuenta de que hace meses que no le cuentas una confidencia.
Y, bueno, te dice que es un mal momento, que quiere
repararse y e hidratarse, y tú lo intentas, y de nuevo sientes que todo va a
volver, que de veras era sólo un bache, y le das de tus reservas de agua y de
energía, pero no te importa, porque merecerá la pena.
Y no las usa. Creo que le da miedo.
Y todo sigue como estaba: mal. Mal y seco.
Y pasa el tiempo y pospones. Ya se lo has dicho. Una y mil
veces. Y ya no tienes el agua que necesitas de ese manantial. ¿Y para qué un
manantial sin agua? Un manantial sin agua, no es un manantial.
Y ocupa mucho espacio en tu mundo. Y duele verlo ahí, seco.
Y duele más porque está en el centro. Porque nadie dijo nunca que habría que cambiarlo
de lugar.
Podría parecer que quedaría un hueco, pero no. En el mismo
instante en que rompí el estanque, todas las plantas recubrieron el espacio. Y,
al mirar alrededor, vi otros muchos manantiales. De agua dulce, clara y con
sabor a calma.
Los recuerdos, en el fondo del corazón, intactos. Pero la
vida sigue.
Love,
N
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