Florecer o Nuevos comienzos ❀

Mucho tiempo sin pasar por aquí. Muchas vueltas ha dado mi vida -y mucha vida me han dado las vueltas-.

Comienza el año, las esperanzas se recargan, las ilusiones se renuevan y el espíritu rejuvenece.

No soy fan de las listas infinitas de propósitos inalcanzables – qué situación tan ansiógena, ¿no? Pero sí lo soy de confiar en un nuevo día, en una nueva oportunidad, en un instante de mejora, de placer para uno mismo, de estar con amigos, de irse al cine, de reponer(se).

Las vueltas que mi vida ha dado me han obligado a recomenzar en casi todos los aspectos de mi vida. Y ello ha supuesto bastantes baches, claro está, puesto que el cerebro busca no complicarse demasiado, y repetir patrones y rutinas viejas, malgastadas, e incluso podridas a veces, hediondas e inservibles.

Ahora bien, yo misma estoy descubriendo que cuando este se encuentra, sin retorno, en situación de actuar, decidir, y tomar las riendas – y pasado un periodo de vértigo incesante- llega un punto de alegría. Sí, de alegría. Y de ilusión, de ganas de descubrir, explorar, y de menos miedo al cambio - puesto que ya te ha atravesado alma y espíritu. De repente el vértigo se convierte en energía estrepitosa, que de veras no entiendes de dónde surge, al menos de manera racional. Porque tu emoción sí la comprende. Tu emoción está crepitante de curiosidad por la nueva vida, por ese prado verde y fecundo, lleno de flores, fuentes, manantiales (😉), risas lejanas y olor a azahar que se vislumbra tras el marco de aquella puerta que estás a punto de cruzar.

Es en ese mismo instante, a un paso de ella, cuando la respiración se entrecorta, la cabeza se nubla y el corazón se siente por todo el cuerpo.

Y ahí, sólo queda una opción: saltar.


  




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